Queridos lectores:
Justo cuando estaba sentado en la mesa, pensando sobre el posible prólogo para el mes de octubre, recibí un whatsapp de un buen amigo. Las palabras de este mensaje fueron:
Una joven pareja se muda a un nuevo vecindario. A la mañana siguiente, en el desayuno, la joven ve a su vecina colgando ropa. “Esta ropa no es muy limpia,” dice la joven mujer, “esa mujer no sabe cómo lavar correctamente… tal vez necesita un mejor detergente.” Su marido mira hacia abajo pero permanece en silencio. Los próximos días igual: cada vez que la vecina cuelga su ropa a secar, la joven hace la misma observación.
Un día, aproximadamente un mes después, la joven mujer mira por la ventana y ve ropa limpia, blanca y hermosa. Sorprendido dice a su marido: “¡Mira, ha aprendido cómo lavar! ¡Me pregunto quién se lo ha enseñado!”. Al cual su marido responde, “esta mañana me levanté temprano para limpiar los cristales de la ventana”.
Y así es también en la vida. Lo que vemos en los demás depende de la pureza de la ventana por la que estamos mirando.
¿Qué ves cuando miras a tu vecino? ¿Estamos mirando por una ventana con una benevolencia limpia o por una que está nublada y contaminada por prejuicios y envidia que nunca dejará aparecer limpio a nadie?
Un saludo,
Wolfram Laube